viernes, 2 de septiembre de 2011

Las calaveras de los Soldados

¿¡Así que fuiste tú!?”, me preguntó con fingido disgusto mi ahora buen amigo Peter. Ahora pasábamos largas horas charlando, a veces hasta altas horas de la madrugada, compartíamos el humor y las cervezas, y yo había llegado a la conclusión de que todo lo que tenía de feo lo tenía de divertido. Suele ser una ley universal, pero lo que no imaginaba es que la fealdad y la gracia eran directamente proporcionales…

Hacía unos años, no recuerdo cuántos, probablemente más de quince, yo había hecho que pasara la noche en el calabozo. Seguramente ni la primera ni la última noche. Por aquel entonces yo apenas tendría unos ocho años y, además, esto lo puedo asegurar, le tenía mucho miedo. Él y sus hermanos eran como una leyenda en el barrio, eran tan malucos…  Parecían malucos porque, en realidad, no lo eran tanto.

Como cada día ese verano, mi hermana y yo bajamos a la plaza a jugar. Era una plaza asquerosa, el peor lugar para que jugaran dos niñas de 6 y 8 años, pero a nosotras nos parecía toda una aventura, lo más próximo a una ludoteca que había en el barrio. Podíamos encontrar cualquier cosa allí: desde una dentadura postiza hasta Clicks de Playmobil, pasando por muletas de madera o piezas de Stratego. Cualquier cosa servía para entretenernos. No es que no tuviésemos juguetes; es que plaza ejercía una especial atracción sobre nosotras. Y lo mejor, lo que más nos fascinaba y horas de ocio nos ocupaba era explorar los coches abandonados. Por suerte para nosotras, la plaza era uno de los lugares preferidos para abandonar los coches los propietarios que querían deshacerse de sus vehículos sin pagar los impuestos y la correspondiente grúa. Esto hacía nuestras delicias. Cada vehículo que descubríamos era un tesoro para nosotras, no había nada más divertido que intentar abrir el coche (si es que no estaba abierto) y explorar su interior.

Llevábamos ya varios días observando aquel Mini. Pasábamos al lado y entre nosotras murmurábamos: “No se ha movido”. Pasaban los días y el Mini seguía sin moverse. Pasaron dos semanas y, por fin, concluimos: “Está abandonado”. ¡Bien, un nuevo vehículo para explorar! ¡Con el tiempo que hacía que no encontrábamos uno! Pasamos una vez por su lado, dos veces, tres veces… hasta que llegamos a la conclusión de que nadie nos observaba. Con disimulo, acerqué mi mano a la manilla de la puerta del copiloto y tiré. ¡Yay, estaba abierto! Pero no estábamos preparadas para lo que íbamos a encontrar. Allí, en el suelo del coche, sobre la alfombrilla del lado del copiloto, unas calaveras nos miraban con ojos vacíos. Nos quedamos paralizadas y fascinadas a la vez. Al lado de los insulsos jerséis o carpetas que acostumbrábamos a encontrar, aquello era como descubrir El Dorado de los coches abandonados.

Seguimos abriendo puertas, asustadas pero compulsivamente, no había forma de parar. Cada puerta que abríamos nos revelada otra monstruosa visión: otra bolsa de basura llena de calaveras. En el sitio del piloto, en los asientos de atrás… más calaveras. Pero cuando abrimos el maletero, la visión nos dejó por un momento paralizadas: cuatro sacos de basura llenos de calaveras… Nos impactó una cabecita todavía con unos pelitos rubios y un moñito rosado. Cerré le maletero, agarré a mi hermana de la mano y, juntas, echamos a correr. No recuerdo muy bien qué hicimos después, pero en algún punto decidimos que debíamos decírselo a nuestros padres. ¡Habíamos descubierto el auto de los horrores!

Aquella noche la plaza se iluminó de azul, las luces de la policía iluminaban todo. Nuestra vecina, la más cool, la que siempre estaba presente cuando algo interesante sucedía en el barrio, hablaba con la policía. Les contaba cómo había descubierto las calaveras, cómo se había asustado, lo consternada que estaba… Nosotras, en nuestra habitación, con la persiana apenas levantada unos centímetros, atisbábamos temerosas de que la policía nos viera y, por pura deducción sherlock-holmesiana, supiera que habíamos sino nosotras quienes habíamos encontrado las calaveras, y no la vecina. Era lo único que importaba en ese momento: evitar el interrogatorio de la policía. Pero la curiosidad podía más que nosotras, así que espiábamos por la rendija.

De repente, aparecieron unos muchachos y se entregaron. Eran los hermanos Calatrava, todo el barrio los conocía así. Eran tan malucos… La policía se los llevó esposados, esa noche dormirían en el calabozo.

“Debo confesar algo, Peter. ¿Te acuerdas de las calaveras de la Plaza de los Soldados? Bueno… pues mi hermana y yo las encontramos”.

¿¡Así que fuiste tú!? Esa noche habíamos ido a Polloe y estábamos tomando unas cervezas, contando historias de miedo, de muertos y de fantasmas. Estaban haciendo unas reformas en el cementerio, así que habían removido varias tumbas y habían apilado los huesos en la huesera. En algún momento, entre cerveza y cerveza, entre historia e historia, a alguien se le ocurrió la idea de agarrar unas calaveras para cocerlas y ponerles una vela dentro, a modo de velador en la mesita de noche. Teníamos las bolsas del supermercado, pero enseguida comprobamos que solo entraban dos en cada bolsa. Decidimos ir a buscar bolsas de basura para poder llevar algunas más… no sé si por el efecto del alcohol o por el romanticismo de la luna que iluminaba el cementerio, se nos ocurrió que podíamos llevar unas cuantas más e incluso venderlas.
Ese fin de semana nos fuimos a bailar, con tan mala fortuna que, por supuesto debido al alcohol, perdimos las llaves del Mini. Llevábamos días pensando en mover el coche, pero para cuando conseguimos la copia de las llaves, ya era demasiado tarde. Llegamos a la Plaza de los Soldados para mover el coche y vimos destellos azules que salían de ésta. Oh, oh… Así que nos fuimos a cenar y, después, nos entregamos. ¿¡Así que fuiste tú!? ¡Maldita!

Perdón, Peter. Hoy sé que no eres tan maluco.

Ana Harding

3 comentarios:

  1. Muy bueno este pequeño articulo..el Pechusss y sus aventuras.

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  2. ¿Sabes algo de él? Me encantaría localizarlo. :)

    Gracias por el comentario!

    Saludos.

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    Respuestas
    1. Lo unico que se hace un mes estaba en Donosti pero creo que se iba a Valencia A CURRAR PERO NO TE LO PUEDO CONFIRMAR tu que tal tu viaje?si vienes por spain al sur avisame ok?cuidate

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