jueves, 30 de junio de 2011

Y los sueños... ¿sueños son?

"¿Qué es la vida? Un frenesí. 
¿Qué es la vida? Una ilusión, 
una sombra, una ficción, 
y el mayor bien es pequeño: 
que toda la vida es sueño, 
y los sueños, sueños son".
 
Pedro Calderón de Barca

"Tengo 82 años y nunca he hecho lo que me hubiese gustado. Hay que perseguir los sueños antes de que sea haga demasiado tarde...", recordaré para siempre aquellas palabras y la cara de aquel señor, apoyado en la barra de un bar removiendo su carajillo y con la mirada perdida en el vacío. Hace ya varios años de esto, no podría situarlo en el tiempo... en algún momento entre 1996 y 2002. En algún momento entre 1996 y 2002 supe que no quería llegar a los 82 años y decir algo como la gran verdad que ese señor me había desvelado sin yo pedírselo. Ni siquiera llegar a los 50 de esa manera. Me puse a pensar en cuál era mi sueño: en ese momento no pude definirlo... Hasta los 7 años había sido quedarme encerrada una noche en unos grandes almacenes, acompañada de mi hermana y con todos los juguetes y golosinas del mundo al alcance de nuestras manos. Desde los 7 hasta los 12 años, probablemente haya sido tener unos patines o una bicicleta propios, porque usaba los enormes patines de mi hermano mayor y la BH de mi hermana menor. Y en algún momento entre los 12 y los 17 años empecé a soñar con viajar y conocer el mundo: viajar a África, descubrir América, transitar Asia, recorrer Europa... quizá pisar la Antártida.



No sé si los períodos vividos en otros lugares, y siempre sin poder definir cuáles son esos otros lugares y cuál sería el kilómetro cero, fueron una especie de preparación para aprender a vivir sintiendo que algo te falta. Tampoco tengo muy claro si es que me falta algo o si es que no necesito demasiado. Pero sí sé que, tras esos períodos de aprendizaje, ha llegado el momento de perseguir ese sueño que nació en algún momento entre los 12 y los 17 años. Cada vez que levanto la vista, veo el mapa que he pegado en la puerta del armario e inevitablemente pienso en el tiempo que falta para la próxima vida que he elegido. En ocasiones me pregunto si este período de práctica de paciencia y de introspección no es una excusa por el miedo que siento a veces ante la perspectiva de alejarme de lo conocido. Pero entonces me reconforta pensar que todo lo que es ahora conocido, en algún momento fue desconocido

Sigo soñando mientras espero y, de repente, me doy cuenta de que cuando decidí que había llegado el momento de perseguir esos sueños, aún faltaba un año para poder convertir los sueños en realidad. Miro la fecha en la esquinita inferior de mi portátil y me doy cuenta de que ya han pasado seis meses. Y los sueños se acercan y a veces incluso intimidan. ¿Qué es la vida si no un sueño? ¿Qué es vivir si no perseguir los sueños? ¿Ha llegado el momento de soñar o es que estoy empezando a vivir?

Aún recuerdo a aquel señor, su tono de pesadumbre y de resignación, el tono de quien ha  tardado demasiado en entender que la vida pasa mientras seguimos soñando, y que un día simplemente ya es demasiado tarde.

Debo decir que nunca nos quedamos encerradas en unos grandes almacenes durante una noche. Debo decir que en algún momento entre los 24 y los 27, me compré unos patines y, por supuesto, una bicicleta. También debo decir que, en algún momento entre los 24 y los 27, me caí de la bici y me rompí un diente. A veces, la consecución de los sueños trae cierto dolor, supongo, y quizá sea por eso que, una vez cumplidos, necesitamos nuevos horizontes y nuevos sueños. En algún momento entre los 35 y los 36 supe que era el momento de perseguir un nuevo sueño. En algún momento entre los 35 y los 36, el tiempo para que los sueños siguieran siendo simplemente sueños se terminó.


Ana Harding

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