sábado, 30 de julio de 2011

Pequeños grandes placeres

¡Cuánto tiempo, Ana!
Sí, la verdad, hacía mil que no coincidíamos. ¿Cómo estás?
Bien, bien, ¿y vos?
Todo en orden. ¿Qué es de tu vida? ¿El trabajo, los estudios, el cuore?
Bien, trabajando… los estudios en impase, no sé muy bien qué hacer, y los amores bien. ¿Y vos?
Trabajando, estudiando y, bueno, me he separado.
Uh, lo siento.
No, está bien, cosas de la vida. Ya estoy mejor…
No te preocupes, ya va a aparecer alguien…
O no. Está bien, son cosas de la vida.
Y seguro que mucho mejor, ya verás.
Sí, está bien, claro... ya a va aparecer... (O no —pienso para mis adentros—, son cosas de la vida y la verdad... ¡está perfecto!).


Y una vez más termina una conversación que se ha repetido mil veces y todas ellas con distintas personas pero con el mismo final. “O no…”, repito una vez más para mis adentros, y realmente lo creo. ¿Acaso solo se puede estar bien cuando se ha encontrado a la media naranja? Claro, que en nuestros sueños es nuestra media naranja pero, casualmente, siempre al final resulta ser nuestro medio limón.  Las amarguras que nos proporciona después del ensueño de los primeros meses son tan perfectas, que solo puede ser nuestro medio limón…

Cuando por fin descubres que disfrutar los placeres en pareja y compartirlos está muy bien, pero que también puede estar muy bien, a veces incluso mejor, disfrutarlos en solitario, uno parece querer mimarse a base de pequeños placeres. Quizá no es que uno se mime más, quizá sea que solo somos conscientes de esos pequeños placeres cuando no podemos o no queremos disfrutar de otros ciertos placeres. Así que algo tan sencillo como caminar por la calle en invierno con un latte con caramelo en la mano, o ir a una librería a comprar un libro como antes, olvidándonos de los e-books por un momento, se convierten en verdaderos pequeños placeres, ahora enormes placeres, tanto que uno no puede dejar de preguntarse “Pero ¿en qué momento dejé de disfrutar de todo esto?”.

Y de repente, ante esta pregunta, es inevitable hacer un repaso mental de todas aquellas cosas de las que dejamos de disfrutar, y una y otra vez no dejamos de preguntarnos “¿En qué momento?”. Y de repente, vuelve a mí la respuesta… “O no…”.

Ana Harding

2 comentarios:

  1. Hola melona.... me estoy haciendo fan a tus letras, busco cada tanto a ver si tienes nuevas publicaciones pero esta se me había pasado..... la de las naranjas y los limones....mummmmmmm.
    No sé la vida es más variada, alguien dijo que era más parecido a una macedonia, y después hablaron de que somos naranjas ENTERAS.
    Lo que sé es que un poco me das envidia...... envidia de la actitud, envidia de recordar cuando era una naranja entera y disfrutaba sola..... porque el problema es que nos olvidamos de lo enteras que somos solas o en pareja.

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  2. Interesante idea esa de la macedonia, pensaré sobre ello, pero se me antoja una existencia demasiado troceada, como si fuera una especie de collage. ¿De qué? No lo sé.
    No olvides ejercer tu parte de naranja entera (o macedonia completa, según sea el caso), creo que ahí está el secreto. ;)
    Gracias por el comentario. Un abrazo, Rakel.

    Ana Harding

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