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¿Cómo iba yo a imaginar que una simple salida un sábado por la noche iba a convertirse para mí, tan atea siempre y tan agnóstica por momentos, en una experiencia religiosa? Por una vez tuve la suerte de no subir al taxi de uno de los fervientes defensores de la teoría “la mujer es la culpable de todo”, “todo es por culpa de Eva, incluido el calentamiento global”. En aquel momento pensé que había tenido la suerte de subirme a un taxi (después de descartar los cuatro anteriores) de un tipo que tenía incluso menos ganas de hablar que yo. Claro que entonces no sabía que me había subido al taxi de otro temible espécimen dentro del gremio de los tacheros: el pistero absorto en la música y en la carretera, pero que aún no se dio cuenta de que las calles de Buenos Aires no son las autopistas alemanas.
“Juraría que esta vía es de dos carriles”, pensaba mientras Carlos Sainz se abría paso, literalmente, entre los autos tan brillantes y poco rayados que estropeaban el paso por el improvisado tercer carril. “Juraría que esta vía es de tres carriles”, pero para mi tachero siempre entraba uno más. Podía ver el pánico en las caras de los demás conductores, lo que me hace suponer que ellos también podían verlo en la mía. Tomé conciencia de la música que sonaba para intentar distraerme y creo que fue peor el remedio que la enfermedad. Sonaba algo espantoso, no recuerdo exactamente qué, una canción cortavenas detrás de otra. “Oh, no —pensé—, un deprimido con mal de amores que piensa que la vida no vale nada ahora que ella se fue”. Seguro que se fue porque no podía soportar su manera de manejar, no la culpo… yo hubiese hecho lo mismo.
Por una de esas vías de indeterminados carriles (ya no sé si eran cuatro, cinco o seis) y a una velocidad que no podría precisar y que, por supuesto, no me atreví a vichar en el velocímetro solo para no ponerme aun más nerviosa, empezó a sonar Experiencia Religiosa de Enrique Iglesias. Por fin reconocí un tema, pero debo decir que fue porque debe ser una de las canciones más espantosas que escuché en mi vida.
“Y es casi un experiencia religiosa
Sentir que resucito si me tocas”
Sentir que resucito si me tocas”
Solo una resurrección me podía salvar de aquello… “¿Será que ya estoy muerta? No, creo que no… pero lo estaré pronto”, pensaba mientras empezaba a plantearme si sería muy tarde para hacerme creyente y pedirle a Dios un milagro. Me encontré de pronto implorando por un semáforo en rojo, algo que creí que jamás me podría pasar a mí. Ningún semáforo en rojo a la vista, ¡maldición! ¿Debía pedirle que redujera un poco la velocidad? No, seguro que no… seguro que era de los que para comunicarse con el pasajero dada vuelta la cabeza en lugar de mirar por el retrovisor. A esa velocidad me parece que sería suicida provocar un volteo de cabeza indeseado. Debo estar vieja… ¡y pensar que la velocidad me parecía emocionante no tantos años atrás! ¿O será que en realidad sí son tantos?
“Subir al firmamento prendido de tu cuerpo
Es un experiencia religiosa”
Es un experiencia religiosa”
Entonces lo entendí… Enrique Iglesias viajaba con un tachero porteño cuando escribió esa canción, o quien sea que la haya escrito. Después la adaptó un poco para que tuviera éxito entre las quinceañeras. Si ellas supieran…
Un rato después llegaba a casa sana y salva… eso sí que fue una experiencia religiosa, ¡un auténtico milagro!
Ana Harding
¡Te voy a apuntar al grupo de escritura que he montado en la biblio! ¡qué nivelazo!
ResponderEliminarGracias por el comentario, Lo. Viniendo de ti lo considero el mayor de los halagos. Con gusto participaría en el grupo, siempre y cuando pueda ser un e-participante. Ya sabes que para mí todo es muy e-, desde el e-mail hasta el e-afecto.
ResponderEliminarNos reencontramos pronto, un abrazo grande lleno de afeeeeecto! :)