martes, 17 de mayo de 2011

Un abrazo...

"Perdone, señor, ¿me da un abrazo?", pregunté a un hombre cualquiera que caminaba por la atestada avenida. El hombre, que momentáneamente había reducido el paso, me miró con extrañeza al principio, con desconfianza después. Entonces retomó su paso acelerado de señor estresado de ciudad. Entendí que no iba a resultar una labor fácil, pero ese día había despertado con la imperiosa necesidad de ser abrazada. Ya que no tenía ninguna persona querida cerca, bien me conformaba con cualquier abrazo anónimo de cualquier transeúnte aseado (¡tampoco era tan grande la necesidad!).




Obviamente decidí empezar por los hombres, un abrazo masculino siempre es otra cosa. "Disculpe, señor, ¿no me daría un abrazo?", pregunté a un apuesto caballero dos cuadras después. Como el anterior, redujo el paso al principio, pero, como el anterior también, se apuró después. La diferencia es que este, con un gesto nada disimulado, se echó la mano al bolsillo de su chaqueta para comprobar que su cartera siguiera allí.


Varias tentativas y varios señores y señoritos después, entendí que nunca iba a conseguir un abrazo masculino de aquella manera. Claro, pensarían que estaba loca... ¿Acaso nadie va pidiendo abrazos aleatoriamente en una avenida un martes cualquiera a las seis de la tarde? Debe ser que no... Decidí cambiar el target, las mujeres suelen ser más comprensivas.


Mientras pensaba esto, una mujer se acercaba con paso decidido. "Esta no —pensé—, demasiado seria", seguramente no tendría tiempo para escuchar mi petición. Claro, que tampoco ninguna se iba a detener el tiempo suficiente como para escuchar el discurso que tenía preparado: "Disculpe, señora, ¿no me daría un abrazo? Verá, es que me siento sola, aunque no infeliz, y necesito que alguien me abrace, sentir que otro cuerpo aprieta el mío. Tómelo como quien le da una moneda a alguien que pide en la calle, es simplemente un acto de solidaridad". Entonces se me ocurrió que solamente una madre que paseara con su bebé, esas madres que van empujando un cochecito de niño, se tomaría el tiempo para escucharme. Quizá hasta me podría dejar abrazar a su bebé...


Una feliz reciente madre caminaba hacia mí, ¡y su bebé era tan lindo! "Disculpe, señora, ¿no me daría un abrazo? Verá...". Y ante la vista de tan hermoso bebé, no pude aguantar la tentación de abrazarlo. Me incliné sobre el cochecito y lo abracé, sin más. De repente me sentí reconfortada, abrazando a un pequeño desconocido... solo hasta que la madre se puso a gritar como una desesperada. Seguramente pensó que quería secuestrar a su bebé, pero yo... ¡solo quería un abrazo!


Ahora me encuentro en comisaría, explicándole a este feo, viejo y gordo policía que solo necesitaba un abrazo. Espero que no quiera abrazarme...


Ana Harding

2 comentarios:

  1. Anux desde aki y kon todo mi kariño te envio un super-abrazo de los ke se siente komo fluye la energia positiva.

    ResponderEliminar
  2. Rebex, linda... es ficción, no estoy en comisaría. ;) Pero siento tu abrazo y siempre siento tu calor en mi corazón. Te echo de menos...

    A. H.

    ResponderEliminar

Comenta... o el pobre gato pagará las consecuencias.