lunes, 4 de febrero de 2013

Cabo Polonio, siempre único


Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve en Cabo Polonio. Al llegar a la nueva terminal de bus, por un momento sentí temor... ¿y si ya no es lo que era? Atrás quedaron los tiempos en que bajabas en la ruta y te tomabas "El Francés", los vehículos 4x4 que te llevan hasta Polonio. Ahora, la moderna terminal organiza a los 2000 o 2500 visitantes que diariamente recibe el Parque Nacional Cabo Polonio en plena temporada. En invierno, apenas quedan 60 personas viviendo allí. Afortunadamente, ese temor desapareció en cuanto inicié el viaje en "El Francés", nombre que todo el mundo sigue utilizando para estos vehículos todoterreno, aunque ahora son muchas las empresas que recorren los ocho kilómetros de camino de arena que separan la terminal de un lugar único en el mundo.



Lo primero que me deja sin sentido es volver a ver el océano. Siento el olor a salitre y noto cómo algo revive dentro de mí. Siempre el mar, el vaivén de las olas, el susurro continuo, que me acompañarán durante los próximos siete días. En pocos minutos me conquista ese mundo de color y de libertad que solo se puede encontrar en Polonio. Allí, sin luz eléctrica y sin agua corriente, donde sí o sí aprendes a sacar agua de la cachimba y a cuidar el agua como el tesoro que es, me envuelve la naturaleza sin necesidad de ir a buscarla, porque en el Cabo, la naturaleza te encuentra a ti. "Cuando llego aquí, siento que Dios existe", escucho decir a alguien a su reencuentro con el mar. Cabo Polonio, donde las únicas premisas son "Al Polonio dejalo ser" y "Prohibido prohibir", uno de los pocos lugares donde aún se es realmente libre.


Nuestro rancho es cómodo, lo que en Polonio se considera cómodo, es decir, tiene ducha. Ñoño, el dueño del rancho y fletero de Cabo Polonio, nos ha llenado el tanque de agua. El precario sistema para calentar el agua de la ducha no nos deja encontrar una temperatura media con facilidad, y terminas decidiendo si ducharte con agua fría o con agua casi hirviendo... Por supuesto, tenemos algún pequeño habitante anuro, al que bautizamos con René y dejamos vivir tranquilamente en nuestra ducha. Durante el día, para llegar a nuestro hogar, nos orientamos por las banderas de los ranchos: la bandera rasta, la wiphala, la de los Treinta y Tres Orientales con su "LIBERTAD O MUERTE", la bandera de Canadá...  De noche, hacemos esfuerzos para no perdernos en los caminos de arena y nos alegramos cuando reconocemos una bandera en la oscuridad.

Cae la noche en Polonio y los fogones cobran vida. La gente va moviéndose de fogata en fogata para escuchar las guitarras de los que se ofrecen para amenizar la noche. El que sabe tocar toca; el que sabe cantar canta. Todos en corro, algunos toman vino, otros caipirinha... alguien nos ofrece raya asada. Y allí, a la luz de las velas, la noche es mágica. Allí, en Polonio, siempre único.

Ana Harding


(Ver más fotos)

2 comentarios:

  1. Aunque lo organicen a su antojo con terminales lujosas,el cabo nunca perderá su encanto natural, simple y artístico!! Te banco cabo, centro energético y fuente de inspiración!! :D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí!! Lo rebancamos!! Pero igual me chocó mucho la nueva terminal. Aún recuerdo los tiempos en que Rutas del Sol te dejaba en la ruta en medio de la nada. :)

      Eliminar

Comenta... o el pobre gato pagará las consecuencias.