sábado, 16 de noviembre de 2013

Entre exmineros

Puerta que separaba la ciudad: del lado de dentro,
los españoles; del lado de fuera, los indígenas mineros.
Seis horas de cervezas con exmineros da para mucha conversación (y para una resaca increíble, claro). Creo que ya estoy preparada para ir a las minas y poder entender la vida y las inquietudes de los potosinos.


Isidro ha trabajado 27 años en la mina, me cuenta de los compañeros que se fueron, de la silicosis, de la emoción al encontrar una veta. Está contento, en las revisiones médicas que va a hacerse a La Paz, los resultados dicen que no tiene el cáncer del minero. Se alegra de tener un organismo fuerte, de haber sobrevivido a tantos años en esa actividad.



Rodolfo estudiaba abogacía y se metió en política. Cuando empezaron a perseguirlo, tuvo que dejar la carrera y se fue a la mina. Me cuenta que tuvo suerte y pudo dejarlo después de 8 años. Entonces se fue a estudiar turismo, sigue yendo a la mina casi a diario, pero para llevar a los turistas. "No puedes dejar de ir, para entender bien nuestra cultura y la forma de vida del potosino", me dice cuando le explico que en realidad no siento deseo de ir, que ver ciertas cosas a mí me hace mal. No se trata de ponerse un casco con una luz y dar un paseo por las minas, se trata de ver trabajadores que tienen la conciencia de una vida muy corta, en terribles condiciones laborales.


Ahí, en el cerro, está la mina.
César dice que estuvo muchos años en la mina, no me dice cuántos, pero me habla de cuánto le gusta beber. Después de demasiado alcohol, se quiebra y llora y me cuenta cómo terminó en la mina, que nunca pudo ser abanderado por culpa del hijo de puta que siempre le ganaba en las calificaciones. Me cuenta que su papá le decía que era burro y que no servía para nada más que la mina.

Alfredo me habla del MAS, de Evo Morales, de cómo no ha generado empleo para que no tengan que trabajar tanto tiempo en las minas. Me habla de la falta de mecanización en toda la actividad y de cómo tenían que hacer todo manualmente. También es guía, también trabajó más de 20 años en las minas. Se me graba una frase, terrible, que me deja pensando: "Nuestros libertadores han usado a los indígenas".
Le pregunto si hay mujeres mineras y me cuenta sobre las palliris, en quechua "recolectora", que están en el exterior de la mina revolviendo los escombros de roca en busca de los minerales que quedaron. Entre cerveza y cerveza me enseña algo de quechua (suerte que lo apuntamos todo en mi cuaderno de notas).

Imata sutiyki? Ñoqa sutin Ana.
Maymanta gan'ki khan? Ñoqa qani Uruguay.
Imayna kasan'qui? Allin.
Allin qashan?
Ñoqa munani mikuna.

Después ya no entiendo nada, así que lo mejor será dejar las clases de quechua para cuando esté sobria.

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